VERGUENZA

CARACAS (De un enviado especial).- Al bajar las escaleras del Palacio de Miraflores para recibir a Cristina Kirchner, Hugo Chávez vio que había muchos periodistas en el lugar. Entonces, volvió sobre sus pasos y se escondió detrás de una gran puerta de madera. "Yo los estoy viendo", gritó con uno ojo puesto en la mirilla. "Hace diez años que estoy acá y nunca me había dado cuenta que se podía hacer eso", dijo, divertido, y despertó la carcajada de los presentes. Era sólo el primero de innumerables pasos de comedia que el líder bolivariano ensayaría a lo largo del día, a los que la presidenta argentina se sumaría, muchas veces con éxito.

"Cristina, ésta es tu casa, si quieres, puede comandar la reunión", la invitó al inicio del acto. Ella aceptó la propuesta gustosa, pero le pidió que no le dijera comandante. "Algunos me van a criticar en la Argentina."

Enseguida dispuso dar pase al móvil desde el que un centro agrícola de la ciudad de Trujillo compartía el acto, por teleconferencia. "Adelante, Remache", le dijo, risueña, al general Carlos Martínez Mendoza, un hombre morrudo de anteojos negros y remera roja que sostenía el micrófono del otro lado. Chávez acababa de revelar el apodo del militar, su compañero de estudios. "A mí me decían Tribilín", soltó. "¿Era una interna de ustedes?", se interesó Cristina. "Cosa de muchachos", dijo él. "Tú y Alicia [Castro, la embajadora argentina] no habían nacido", las piropeó para cerrar el tema.

Las imágenes de Trujillo animaron a Chávez a dedicarle una canción a la ciudad. Cristina avisó que no se animaría a tanto, pero, cuando la cámara enfocaba a un grupo de Holando Argentino, sorprendió a todos. "No, por favor, obscenidades no. Había un toro que se quería montar una vaca. Estamos en horario de protección al menor", dijo. Todos rieron.

Pocos minutos después, hablaba de los "pollos padre" cuando Chávez la interrumpió. "Yo soy abuelo. Tú estás lejos de ser abuela", dijo. Ella dudó. "Mmm, no sé, no sé, lo tengo ahí todavía", retrucó, enigmática.

Las últimas risas se las ganó Chávez. Contó que sus opositores le decían que tenía "cara de mono" y que le criticaban la verruga que tiene en la frente. "Dicen que me la quise operar, pero que no pude porque ése es en realidad mi cerebro. Con este cerebrito, llevo aquí diez años."